Hace 18 años y un poco más que pisé por primera vez un salón de clase. Estaba aterrada. Mi única experiencia cercana a la educación fueron mis años como catequista y mis talleres de prevención y promoción psicosocial. Nada que ver, lo sé pero entonces no lo sabía.
Ingresé a la educación un poco por amor, un poco por curiosidad y un poco por interés.
Por amor al trabajo con niños y con familias, por amor a su capacidad de amar. Por curiosidad porque trabajaba como administrativa en la Secretaria de Educación y veía profes quejándose, como lo lees, quejándose todos los días, me parecía que siendo un trabajo "tan fácil" se quejaban demasiado. Y por interés porque mi trabajo era provisional y el concurso para docentes era para carrera, además yo trabajaba de 8 a 6 y los profes “sólo” de 6 a 12… si, ya sé que no es tan así. Pero entonces no sabía.
Después de empezar me di cuenta que nada era como yo creía y a pesar de todo eso me quedé. Me quedé porque encontré mi vocación. Luego de eso vinieron los estudios y los grados en educación para tratar de responder muchas preguntas que al final sólo la experiencia contestó.
Ahora cuando miro atrás soy consciente de que cometí muchos errores porque no sabía lo que sé ahora y es eso de lo que trata este post. He aprendido muchas cosas pero hoy quiero compartir contigo 3 verdades de haber sabido cuando empecé me hubieran ahorrado muchos dolores de cabeza.
1. Viniste a enseñar pero es más importante que estés dispuesto a aprender.
Cuando salí de la Universidad llevaba conmigo muchos conocimientos muy importantes y muy útiles pero no que no me prepararon para enfrentarme a la realidad. Así fue cuando empecé como psicóloga y también como educadora, pero todavía mucho más como orientadora escolar.
Todo lo que sabes está bien, es necesario, pero lo que es fundamental es que aprendas a observar, a escuchar y que siempre estés dispuesta a aprender. De todos. Quien se atreve a enseñar no debe nunca parar de aprender, dicen por ahí y es cierto. Si detienes tu aprendizaje te estancas y estancas también a todos los que aprenden de ti.
2. No puedes obligar a nadie a hacer algo que no quiere.
No pierdas nunca tu fe, tu esperanza, tus principios ni tus ideales pero es mejor que tengas los ojos puestos en el cielo y los pies bien firmes en el suelo. Cada uno de tus estudiantes, de los padres de familia, de los docentes, de los directivos y demás compañeros con los que te relacionas son individuos libres que toman decisiones basados en sus intereses y en sus experiencias, no en las tuyas.
Lo más que puedes hacer es sembrar semillas de transformación a tu paso, sembrar ideas, sembrar perspectivas, sembrar posibilidades y oportunidades. Nada más. Cada quién decidirá qué quiere aprender de ti y qué quiere desechar. Tu siembras la semilla del cambio pero cada quién decide qué hacer con ella. Y está bien.
3. Es necesario que te organices y si puedes diseñar un sistema, mejor.
Por favor, organízate. Desde el primer día. Investiga qué se espera de ti en todos los niveles, empieza por establecer cómo cumplirás con los estándares que te piden las directivas, la institución, la entidad territorial y nacional que rigen los estatutos de la educación en tu país.
Luego, teniendo en mente estos lineamientos, identifica las necesidades de tu comunidad, de tus compañeros, de tus estudiantes y de sus familias y elabora un plan para ayudarles desde tus competencias y tus funciones. Decide qué quieres alcanzar, cuáles son tus metas personales y cómo se alinean con todo lo anterior.
Finalmente, toma todo lo anterior y diseña un sistema que funcione para ti y que te permita cumplir con tus obligaciones en la mayor medida y en la mejor forma que se pueda con los recursos que tienes a tu disposición. Recuerda que ser educador es una vocación, un sueño, un ideal pero también es un trabajo y debes cumplir con lo que se espera que hagas.
Una pequeña aclaración.
No eres responsable de las expectativas que tus compañeros se hagan de ti o de tu trabajo en función de sus propios intereses o comprensiones de tu labor.
Céntrate en lo que tienes que hacer y hazlo, no siempre vas a poder complacer a todos pero puedes complacerte a ti mismo si haces lo que te corresponde y también podrás mantener tu cargo si tienes evidencias de lo que haces y aún mejor, si muestras resultados.
Son muchas más cosas las que he aprendido pero pienso que estas tres son básicas porque me han ayudado a mantener el enfoque y la motivación a pesar de las adversidades. Ahora te toca: cuéntame qué le agregarías a este post desde tu propia experiencia.
Comments